Alejandro Páez Varela
15/10/2012 - 12:03 am
EPN y la fábrica de chocolates
Honestamente, no veo a Enrique Peña Nieto preocupado. Honestamente lo oigo como si su trabajo hubiera terminado ya; como si el regreso del PRI a Los Pinos fuera suficiente logro y le hubieran adelantado el premio. Metido en su mundo, como Willy Wonka en la fábrica de chocolates, lo siento feliz y adormilado, descansando: su […]
Honestamente, no veo a Enrique Peña Nieto preocupado. Honestamente lo oigo como si su trabajo hubiera terminado ya; como si el regreso del PRI a Los Pinos fuera suficiente logro y le hubieran adelantado el premio.
Metido en su mundo, como Willy Wonka en la fábrica de chocolates, lo siento feliz y adormilado, descansando: su casa en Miami, sus gobernadores para resguardarlo, una actriz guapa al brazo, aviones privados, sirvientes, incondicionales, lambiscones; gel, y betún para zapatos negros; trajes ídem y gabardinas largas; tapetes, alfombras, cristalería, adulación.
Lo que no parece entender es que el 1 de diciembre empieza a contar su historia. Lo que no veo que entienda, es que el 1 de diciembre empieza su cuenta regresiva.
Porque a partir del 1 de diciembre, cada mexicano que muera víctima de la violencia será sumado a la lista de Enrique Peña Nieto. Sin excusa. Ya no serán los muertos de Felipe Calderón; serán sus muertos. Y si no hace algo, si no modifica esta tendencia de sangre y dolor, nos habrá engañado; él, y los que piensan por, o con él.
A partir del 1 de diciembre deberá demostrar con hechos que era mejor que el segundo proyecto en importancia que compitió este 1 de julio: el de la izquierda. Nos debe explicar por qué era mejor que el PAN, también. Debe decir cómo le va a hacer para reconvertir un país sumido en el caos. Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Saltillo, Tijuana, Monterrey, Reynosa, Acapulco, Veracruz, San Luis Potosí, Zacatecas y otras ciudades de México que padecen el abandono y la violencia, merecen convertirse en comunidades pujantes. No queremos vivir en Berlín, pero por lo menos en el Distrito Federal –duélale a quien le duela la verdad–, porque esa es la oferta que como mexicanos teníamos, porque eso es lo que él ofreció.
A partir del 1 de diciembre debe abrir sus cartas y decirnos qué va a hacer para evitar la corrupción que durante sexenios nos ha aquejado, en parte por la cultura heredada del PRI y en gran parte (en los últimos años) por la ineficiencia de Calderón y de Vicente Fox.
A partir del 1 de diciembre debe no sólo mostrar voluntad, sino actuar en contra de la tortura y de la impunidad. Debe ponernos en las manos sus planes para combatir la desigualdad y los monopolios que, como el de Televisa y TV Azteca, han secuestrado el país.
El 1 de diciembre debe demostrar que no gobernará con amiguitos, incondicionales y compadres –como Calderón–, sino con la gente que este país necesita; debe decirnos qué hará para generar empleos, oportunidades, bienestar.
Debe decirnos cuál es su proyecto educativo, cuál es el futuro de los líderes sindicales corruptos.
Debe decirnos cuáles son sus planes para la cultura; sobre todo él, con fama de iletrado.
Además, a partir del 1 de diciembre debe explicarnos qué hará para atarle las manos (y limarle las uñas) al PRI que conocemos y que, dijo, no es el que regresa.
¿Podrá Enrique Peña Nieto hacerlo? No lo siento apurado. Al contrario: en su burbuja de chocolate, siento a Willy Wonka feliz y adormilado, descansando: sus viajes, su Gaviota, los aviones privados y el presidencial, los sirvientes, los incondicionales, los lambiscones. Harto gel, betún y trajes finos; gabardinas impecables y tapetes, alfombras y cristalería.
No creo que sepa, o sienta, que se ha ganado la rifa del tigre.
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